Hay que ser POSITIVO

Hay bellezas que reconfortan, bellezas que curan y que perduran. Y esas bellezas, a veces olvidadas por cotidianas, son las que te hacen genuinamente feliz. De la felicidad sencilla, de la diaria, de la que te impulsa a seguir disfrutando de la vida. No la felicidad grandilocuente ni la de «el mejor día de mi vida», eso es demasiado superlativo para que sea real.

La felicidad, la de los pequeños gestos y detalles, es ese estado ni permanente ni perdurable que solo depende de ti mismo y cómo vivas tus circunstancias, vive en los almendros en flor. En febrero Ibiza se cubre de blanco y no hay nada más reconfortante que sentarse en un muro de piedras antiguas y respirar acompasadamente mientras miras los almendros florecidos de mi isla.

Puedes pasearte poco a poco, manteniendo una conversación con ese amigo especial al que le debes unas cuantas confesiones y secretos. O puedes pasearte y conversar contigo mismo, dejándote llevar por los caminos de piedra de Santa Gertrudis y San Mateo.

En febrero, en Ibiza, florecen los almendros.

No hay paz como la de ver florecer los almendros.

No hay aire más reconfortante como el del cielo azul de olor almendrado de tu isla.

Será que otro cielo azul me recuerda el de las Pitiusas.

Será que estoy melancólica y os hecho de menos (¿eso es bueno, no?).

Será que he reencontrado estas fotos de almendros en flor de otro febrero en la isla.

Será ese cielo azul intenso. Limpio.

Será el verde pino omnipresente.

Serán las pequeñas flores blancas que salpican la hierba.

Será la tierra roja.

Será el tronco retorcido, altivo.

Serán las ramas florecidas.

Será que la belleza está en todas partes.

Será que la belleza está en los almendros en flor.

Será que la felicidad de las pequeñas cosas está en todas partes.