Háblate bonito, como si fueras tu mejor amiga. O porqué no has de juzgar a las otras personas en el gimnasio o por sus rutinas.

Háblate como si fueras tu mejor amiga. Tu hijo. Tu primer amor. Háblate suave. A susurros. Como una caricia, cariñosa y compasiva, reconfortante, una mano tendida que te acompaña y te guía.

Hoy he ido al gimnasio después de algunos días de haber hecho el gesto, la reserva de plaza, la mochila, incluso me vestía, pero sin llegar al vestuario. A veces era por cansancio, otras una especie de miedo irracional de lo cumplir con mi propia autoexigencia de nivel, ritmo y frecuencia. De flexibilidad y fluidez y fuerza. Hasta el no ir dignamente conjuntada (cuestión de tallas y presupuesto, también te digo). No importa mucho la excusa ni el porqué, la cosa es que no llegaba a hacer uso de la costosa cuota y que la culpabilice machacaba después por más que me dijera a mí misma que me estaba respetando, mis ritmos, mis fuerzas, mis emociones. Cambiaba gimnasio por paseo junto al mar y la culpa asomaba.

¿Por qué tanta presión?, me digo clavando mi pupila en la pupila de la maldita presión estética de esta sociedad enferma de prisas y éxitos falaces que hemos construido. No es solo cuestión de tener un físico más o menos grande. Es el mandato de empequeñecerse para ser (más) válida. Es el supuesto que sí haces x rutina de ejercicios y comes x, tienes salud y un cuerpo eternamente joven. Es fobia al envejecimiento. Y a la grasa y las curvas. Es creer que si haces x tendrás el cielo ganado en forma de belleza y éxito y reconocimiento de tu gran fuerza de voluntad. Y resulta que sabes que todo eso es mentira. Sabes que has demostrado con creces tu fuerza de voluntad por más que tengas un peso x. Sabes que eres válida, preciosa y exitosa. Sabes que tienes decenas de personas que te abrazan y apoyan y reconocen a las que agradecer. Sabes que un día malo no significa una vida mala. Que el hábito no hace al monje. Que detrás de toda la perfección que crees ver en todos esos cuerpos en el gimnasio también hay dolor y traumas y esfuerzos que no conoces.

Decía hoy en mis historias que me ha costado un mundo ir a pilates hoy.

Historia

He hecho la clase, bien por mí, y no he necesitado salir como otras veces a pesar del nudo en la boca del estómago o las ganas de llorar o la falta de aire… Como dice @vistetequevienencurvas, no sabemos lo que hay detrás de cada persona que entrena en un gimnasio, es esfuerzo que puede haber supuesto llegar hasta ahí…

Iba a dejar este tema para unas historias de 24h, un poco por pudor, lo confieso, y sin embargo, he recibido mensajes privados preciosos con abrazos e historias que confirman que más de una persona tiene dificultades para hablarse bien y respetarse y afrontar algo tan “simple” como ir a un gimnasio.

Los mensajes de autocrítica al cuerpo o al esfuerzo o a nuestra valía se nos cuelan fácilmente y es complicado anularlos. Después de mi clase de pilates he necesito descansar. En la ducha, me he abrazado y mientras enjabonaba mi cuerpo iba agradeciendo a cada parte de mi cuerpo 3 cosas que hace por mí. No ha sido fácil ni magia pero me voy un poco más reconciliada conmigo misma hoy. Y no puedo por más que recordarme y recordaros lo importante que es hablaros bonito. 😍

Un abrazo enorme.

Y GRACIAS a todos y todas los que estáis hay. Me hacéis renovar mi fe en la humanidad. 😘

Reel en Instagram

Deja un comentario