En casa somos de sofá compartido. Nos encanta tumbarnos de dos en dos, abrazados, o los pies cruzados, o una cabeza apoyada en una cadera mullida. Hasta los peluches, parte importante de la familia para los mellizos, asisten a los encuentros. Y no se me ocurre mejor imagen de la tranquila felicidad cotidiana en familia que cuando la pregunta «mamá, ¿vemos una película juntos?» desata uno de esos momentos de comunión.
Si les preguntas a los gemelos qué cosas les hacen felices, entre la lista que incluye el break dance o la tablet o viajar, siempre, siempre, está la familia. Y eso me hace inmensamente feliz a mí. Ya veis, una que es facilonga.
Pienso en el placer de esos pequeños momentos compartidos en el sofá y me da por filosofar que no siempre debió ser así la relación de las familias. Ni mejor ni peor, pero supongo que las reuniones eran entorno otra cosa o que los mundos de los niños y los adultos no venían a cruzarse tanto.
Recuerdo unas clases de periodismo donde nos hablaron de la aparición del concepto «tresillo», de la costumbre de poner sofás y sillones entorno a la televisión. Explicaba el profesor que era algo muy del siglo 20, reciente en la historia, y que había cambiado el modo en que las familias se relacionaban y entendían el ocio, la formación, las discusiones y sus temas, la propia familia. Hicimos incluso un trabajo en que encuestábamos a nuestros abuelos sobre cuando tuvieron su primera tele, radio, teléfono, sofá… Era sorprendente, sobretodo porque yo comparaba abuelos suizos y españoles, todo un mundo cuando comparas lo que sucedió durante y después de la Guerra Civil y después de la Segunda Guerra Mundial -en un país neutral-.
La cuestión es que a veces damos por supuesto que «las cosas siempre han sido así». Y no nos planteamos hacerlas de otro modo. Damos por supuesto que tener la tele encendida a la hora de comer o cenar es lo que siempre se ha hecho, que no influye en nuestro modo de relacionarnos porque «solo está de fondo». Así que hay quien tiene la televisión omnipresente y omnipotente todo el día enchufada en pleno comedor, y las conversaciones giran entorno al programa de fondo que haya a la hora de la comida. Pero la tele no siempre estuvo, no siempre fue parte central de nuestro mundo; no tiene porqué estar la tele en el comedor.
En casa, de hecho, hemos separado conscientemente los espacios de comedor y salón, la televisión no está encendida siempre y en las habitaciones no entra una pantalla. Y es que cada momento tiene su ritual: la cena es para los qué tal ha ido el día, o los cuéntame algo divertido o bonito que te haya pasado hoy. Y no pasa nada. Incluso, a nuestro criterio, es mejor.
Eso no quiere decir que en casa no seamos de tele, peli y manta -en el sofá-, que lo somos y mucho. Hemos visto clásicos ochenteros como Los Goonies,El laberinto, La princesa prometida, los clásicos Disney, las novedades, todos los súper héroes del mundo (¡recordad que vivo con 3 hombres!), películas de street dance o de rock school o de descendientes de malvados, hemos visto Indiana Jones y Billy Elliot… Y estoy deseando compartir películas que me marcaron como Memorias de África, Moulin Rouge, Amélie, Excalibur, Mary Poppins, La vida es bella, La famille Béliers y otras muchas, porque me encanta ver películas de todo tipo. En esta casa vemos de todo. Y por eso el viernes dando la nota de hoy tiene sabor a banda sonora.
Como decía al principio… En casa somos de sofá compartido. Nos encanta tumbarnos de dos en dos, abrazados, o los pies cruzados, o una cabeza apoyada en una cadera mullida. Hasta los peluches, parte importante de la familia para los mellizos, asisten a los encuentros. Y no se me ocurre mejor imagen de la tranquila felicidad cotidiana en familia que cuando la pregunta «mamá, ¿vemos una película juntos?» desata uno de esos momentos de comunión.
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El Viernes dando la nota es un carnaval de blogs en el que todos los blogueros participantes dejamos una canción y entre todos hacemos del viernes un día lleno de música.
Si quieres saber más, conocer las reglas, y cómo participar puedes verlo todo aquí.
Me parece muy sensata esa separación, Celia…lo de la tele genial, sobre todo para evitar tanta toxicidad a los peques, y los fines de semana para comer pipas, ver pelis jajajja y hacer el amor, acaso hay algo mejor?
Un abrazo, y te dejo un tema de mi playlist
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Ummmm, pipas, pelis y amor todo en un uno… Suena ideal!
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Jajajja🦄
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Vivan los sofases y los tresillos! Tb somos de manta y serie en casa, y hasta de Mary Poppins los 4 juntos! Eso si, como vosotros, la tele encendida lo necesario, y solo tenemos 1, nada de habitaciones!
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Si es que bajo la manta se está de lujo -de vez en cuando-.
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Me gusta lo del sofá y manta, sobre todo hoy jejeje pero buena idea compartir con ellos las pelis de nuestra época.
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La verdad que les encantan. Vistas ahora también nos damos cuenta que hay mucho machismo y palabrotas y alcohol y cigarros para todos, pero nada que no se solucione viendo la pantalla juntos y comentando la jugada.
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Ay el sofá cuando atrapa. Mi peque es pequeño pero cada vez le va gustando más el sofá y mola!!! Nosotros si que tenemos la tele encendida de fondo y cuando se acuesta el peque, ya no tan de fondo jejeje
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Se está bien en el sofá, para qué negarlo…
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Lo importante que es hacer familia, compartir momentos y disfrutar de ellos. Muy importante que no haya pantallas en las habitaciones.
Feliz semana.
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Estamos totalmente de acuerdo, al final lo que queda son esos momentos en familia:)
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Genial, musicote. Aquí no vemos la tele apenas, tiramos de netflix y demás plataformas streaming por las noches, sofá y mantita, el único rato que compartimos en pareja. Durante el día con el peque alguna vez vemos una peli o algún capítulo de series animadas que vemos juntos pero casi siempre estamos con musica a tope, cantando, bailando y jugando 🙂
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Pues es muy buena opción lo de la música, mejor que las pantallas. Nosotros también somos muy de series y streamig, la programación es en general un poco puaj
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