Tampoco hemos cambiado tanto, ¿no?

1.
  1. Mira bien.
  2. Observa los detalles.
2.

3. Tampoco he cambiado tanto, ¿no?

3.

En la cena de Navidad casi nadie me reconoció en la foto de niña. Es cierto que algunos no me conocen de hace tanto, pero quién hace años que sabe que soy una chica de isla de pinos y mar, que vivía en una casa de campo sin luz ni agua corriente a lo más puro estilo hippy ibicenco setentero, debería haber sospechado. Las sillas payesas de pino y mimbre de fondo y la mesa maziza eran ya una pista gorda. Ese suelo de cemento basto. Esa foto de color sepia que revela más edad que las arrugas. Y quizá el vestido podría haber despistado un poco porque me pasé media infancia en peto de pana y otra media en bikini si no en pelota picada en la playa junto a la casa. Pero es que cuando escogí la foto (de las pocas que tenía sin multitud de niños borrosos y despeluchados soplando velas), pensé que el vestido venía de mi abuela, que era un poco Heidi de los montes y que a alguien podía venirle a la mente mis orígenes suizos a parte del aire ibicenco y de niña de los ochenta.

Pero nadie me reconoció. Y fue entre una decepción y una alegría, de constatar que mi equipo ganaba la competición de reconocer a los niños que éramos en los adultos que somos. De pensar en todo lo que hemos cambiado.

Y estoy, recordando días infinitos de sol y playa. De bañarse en barreños con agua helada del pozo. De la silla balancín de mimbre colgada del algarrobo hueco que era mi guarida. Días de esperar que maduraran los higos o de dormir con las chicharras o de calentarme en invierno con las brasas. Días laaaaaaaaargoooos. Tanto como cortos son ahora.

Pero qué bonita la vida cuando va pasando.

Pd: ¿cómo se llamaba el perro? 🐕 Por más vueltas que le doy, no lo recuerdo.

Pd2: Me encantaría ver vuestras fotos de pequeños. Juguemos a un juego 🥰

-.-

Originalmente publicado en Instagram


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