✨ Mi fórmula de la felicidad ✨ no es una receta mágica ni es nada que no hay leído, escuchado o visto. O vivido. Prueba, error. Error, error, error, otra vez la misma piedra, y al final, un muro de esos que bordean el sendero y la ruta despejada para seguir.
Me doy cuenta que a veces soy muy intensa, sobre todo dentro de mi cabeza, que doy vuelta y vueltas y en vez de desentrañar el ovillo de mis pensamientos lo acabo liando más. Me doy cuenta que a veces me autocompadezco y otras me enfado conmigo misma porque no soy capaz de tenerme la paciencia y la comprensión que tengo para con otros. Y entonces, ¿sabéis qué hago para recuperar un estado de conciencia serena y vivir feliz, entendiendo la felicidad como ese estado de serenidad y equilibrio que te permite ser en libertad y disfrutar de tu camino?

- Me paseo junto al mar y dejo que los pensamientos se fundan con el rumor de las olas.
- Escribo. Sin pensar. Todo lo necesario. Una carta a mí misma. A la niña que fui. A mí yo futuro que se reirá de mis paranoias actuales. A mí yo de ahora. Una carta a aquello que me enfada o preocupa. Y es una liberación.
- Llevo un cuaderno donde anoto diariamente dos momentos felices y dos momentos que me han hecho sentir mal en el día. Lo de focalizar en lo positivo lo llevo entrenando en esta cuenta #hayqueserpositivo desde hace años. Pero fíjate que escribir y pensar lo negativo me ha costado más y me está ayudando a detectar patrones chungos y falaces con los que mi mente me hace trampas al solitario. A veces escribo frases y parrafadas. A veces solo un par de palabras. Pero es suficiente para aterrizar el día.
- Hablo frente a un café o en una llamada de teléfono mágica con mis amigos íntimos. Yo les cuento. Ellos me cuentan. Y es liberador. Decir lo que te preocupa en voz alta le da otra perspectiva al asunto, a veces me oigo y yo misma me doy cuenta que estoy dando demasiadas vueltas. Otras, tristemente, me doy una bofetada de realidad y veo que no estoy tan mal, que mis pobres amigos están en peores luchas y que toca arrimar el hombro. Y es liberador, escuchar y ser escuchado. En algún punto de esta vida rutinaria de ir corriendo, nos olvidamos del poder de sincerarse.
- Leo.
- Veo una peli alegre que me haga sentir bien.
- Salgo a pasear. Mejor del brazo o de la mano de alguien.
- Bailo hasta caer rendida.
- Y recuerdo. Que quiero. Que me quieren. Que tenemos salud, techo, comida, amor… Todas esas cosas que tenemos, más o menos, pero que se dan por supuestas, y no…
Así que mi fórmula es recordar que la felicidad no es una meta imposible ni un ideal utópico, en realidad se esconde entre la mugre, los sustos y la rutina, está simplemente ahí, esperando que te des cuenta de sus gestos para hacerte la vida más fácil.
Porque a la pobre felicidad la han sobrevalorado y le han echado encima tantas expectativas poco realistas que pico puede hacer por brillar en sus pequeños gestos cotidianos si tú no la bajas del pedestal donde la pusiste y empiezas a apreciarla por su simpleza, con humildad.
¿Y tú, qué haces para ser feliz cada día?