No tengo vergüenza ni perdón ni ná. Querida Natalia, lo siento. Por ese Skype pendiente. Por no haberte llamado aún para felicitarte. Hoy este post es para ti porque he recordado cuánto te aprecio y cuánto nos une. A ti, a mí, a Ana, a Susana, a J, a papi, a Rocío y a todos los Erasmus que nos encontramos y reencontramos en París aquel 98, cuando habían 30 años de la revuelta estudiantil de mayo, cuando bajar a comer al CROUS de La Cîté era una aventura, cuando las mejores cenas eran con platos prestados del comedor y un «yo pongo» colectivo. Recuerdo las calles de Montmartre, los paseos, el RER, las tardes sobre el césped, tus latas de Coca-cola invadiendo la habitación, los amores y desamores… Querida Natalia, y todos los que estuvisteis allí, te quiero, os quiero, y recordarlo me pone nostálgica y feliz. Perdona. Ya mismo te llamo. Sea como fuere, siempre nos quedará París!
Una respuesta a “Siempre nos quedará París ”