Un buen canalillo le levanta el animo a cualquiera. Al que lo ve y al que lo lleva. Sigo sin reconocerme en mi cuerpo ni en mi peso que insiste en crecer y crecer a pesar de las dietas y el ejercicio. No me reconozco, me duele, me siento una maltratadora de este cuerpo que me lleva y me quiere aunque yo no lo quiera a él.
Pero, eh, que hay que ser positivo, verdad? Y mira, el peso, por suerte, en mi caso, se me reparte bien redondito por todas partes, incluido el canalillo que, viva el verano que llega, puedo lucir con orgullo.
Que las palomitas, por decir algo, se me cuelen por enmedio, y que todas las manchas vayan a parar a la balconera, eso ya es otra historia 😉