28 días para ser feliz. Día 28: No hay fórmula perfecta, pero recuerda que una felicidad simple es suficiente.

✨ No hay fórmula perfecta para ser feliz: Sed felices, mi gente. No con una felicidad grandilocuente. Una simple, es suficiente.✨

28/28

Este febrero me reté a mi misma a encontrar 28 momentos o maneras de ser feliz día a día, una pizca de felicidad simple en 28 días. Y a veces no sé si lo he logrado del todo. Me queda un regusto amargo este febrero, como de tener la tarea a medias y no haber conseguido transmitir ese positivismo cotidiano día a día, no en forma ni mucho menos en calidad y originalidad fotográfica o videográfica. Eso era mucho pedir a mi doña perfecta síndrome de la impostora. ¿Qué hago por aquí compartiendo fotos si no soy fotógrafa? ¿A quién quiero engañar con textos sacados de la manga sin ser ni escritora ni psicóloga ni nada parecido? ¿No es un sinsentido hablar de ser positivo y encontrar pequeños momentos de felicidad en este momento histórico que vivimos, después de una pandemia inacabada que está dejando un rastro de muertos que ya no sabemos sumar, cuando aquí al lado un loco con ansias de poder invade Ucrania y amenaza con bombas nucleares y una maldita tercera guerra mundial? No tengo respuesta…

A veces me digo que me bajo del mundo y me sumerjo en el miedo y la oscuridad de verlas venir, un camino de impotencia y dolor. Porque el mundo duele.

Y luego me digo que no ayudo a nadie, ni siquiera a mí misma, dejándome arrastrar por el terror. Que quizá, sin dejar de protestar, apoyar y estar atenta, lo que debo hacer precisamente es seguir buscando esas chispas de Serena felicidad cotidiana, y compartirlas, porque quién sabe si a alguien le dan un poco de ánimo o le sacan una sonrisa para seguir adelante con su día.

#febreroenreels22 28/28

Este ha sido un febrero raro. El reto de ser feliz en 28 días empezó bien. Fui tía de nuevo. Algunos resultados médicos fueron cerrando miedos en mi entorno. El sol calentaba como si fuera primavera. El COVID parecía irse diluyendo en la normalidad. Y entonces llegaron las despedidas, porque el virus sigue matando ahí afuera. Y el cáncer me recordó que no somos infinitos, que si quieres ver a ese amigo al que hace tiempo que dejaste en la lista de “cuando esto mejore, le escribo”, más vale que lo hagas ya. Todavía no me creo que J no vuelva a sonreírme ni a bailar conmigo.

Este febrero se ha llenado de sombras, de claroscuros en los que perder la fe en la humanidad, si te quedaba alguna tras la pandemia, la escalada de la ultraderecha, la guerra…

Y sin embargo, aquí seguimos. Y no sé vosotros, pero yo me pierdo en el inmovilismo si me dejo llevar por el miedo y el enfado de este mundo atroz.

Qué suerte que tenemos un día a día aburrido, señal que lo más extraordinario que nos sucede es retarnos a ser felices con lo mucho que tenemos y no apreciamos. Me digo que de pronto no es tan malo hacer deberes, jugar a la consola y pelearnos por si juegan diez minutos de más o de menos (en la cuenta de la vieja de los adolescentes siempre es de menos aunque lleven muchos minutos de más). Teletrabajar, conciliar fiestas escolares con padres amarrados a ordenador, quedarte sin leche de almendras en festivo y tener que pasarte al café solo, bailar regulín, cantar regulán, dejarte vencer por la pereza y Netflix, tener un michelín de más o un pantalón que se te queda pequeño, que tu hijo rompa sus zapatos nuevos o el buzón de un pelotazo… En realidad eso no son desgracias ni motivos de enfado, si lo piensas bien. En realidad son síntoma de que vives en un país en paz, que tienes un techo sobre tu cabeza, comida, y suficiente tranquilidad como para aburrirte y sufrir por tus problemas de rico.

Cerremos este febrero raro sin fustigarnos. Más o menos he conseguido pensar en las pequeñas cosas que me hacen feliz día a día. Unos días más, unos días menos. He conseguido hacer fotos y vídeos evitando que salgan aquellos que quieren permanecer ajenos a las redes, unas mejores y otras peores (pero es lo que hay). Y mal que bien, acabo este febrero sin aislarme del dolor del mundo pero sabiendo que hundirme en el dolor y desaparecer tampoco ayuda a nadie. Solo espero que alguien se haya sentido acompañado con mis desvaríos este febrero sin edulcorantes. A mí me queda la frase de mi yogui té del día, que como una premonición me recuerda que no podemos esperar que el cielo venga a nosotros, hemos de crear el cielo nosotros mismos.

PD: Sed felices, mi gente. No con una felicidad grandilocuente. Una simple, es suficiente.

PD2: Este reto « Febrero Sin Edulcorantes » 2022 me ha traído cuentas de Instagram que son pura maravilla y además varios descubrimientos musicales que he recopilado en una lista de Spotify que invita a reflexionar y darse algo de paz. Y algún bonus más animado 😉

La lista de música está en Spotify

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