Hablemos de expectativas.
Y de (auto)presión.
Hablemos de aprender a medir esfuerzos y prioridades (porque vas a tener que elegir).
Hablamos de que no puedes mentirte en seguidores ni en likes pero tampoco vivir en una burbuja como si no hubiera un mundo al otro lado de la pantalla y el clic.
Hablemos de que eres válida (o con “o” si eres mi querido seguidor en este mar de mujeres reencontradas). Digamos algo que eres suficiente, siempre. Sí, incluso con 37 seguidores, dos tres, con dos o con un blog que no lee ni tu madre.
Digamos que hay que reírse de uno mismo, y bailar en soledad porque los principios son difíciles y algunos finales una M.
Digamos que tú eres tú incluso si el algoritmo no sabe tu nombre.
Y ahora que lo tienes claro, que eres preciosa, espectacular, fantaestupenda y genialítica, ahora, ve y recuérdaselo a ese adolescente de la casa, que la vida no se mide en likes ni en followers ni en corazones ni en bailes vírales de TikTok. No. La vida se mide en carcajadas hasta el llanto, en abrazos que aprietan, en te quieros susurrados a la oreja antes del primer sueño, en caricias que te colocan un mechón rebelde y en cielos naranjas que tiñen atardeceres o un amanecer de alguna aventura nueva.
Corre, díselo.
PD: y sigue a tu adolescente en Instagram, que los proyectos exitosos también se miden en apoyos y alientos, ¡hombre ya, por favor!