Nos habíamos olvidado de lo importante…

Oigo el mar. No lo veo desde mi casa, pero lo oigo. Las olas van y vienen y me traen paz. El sonido del vaivén imperturbable que me dice que esto acabará y saldremos reforzados. El sonido que me llama y me dice que no sabía lo que tenía cuando podía salir cualquier día a pasear junto al mae, hundiendo los pues en la arena y dejando cagar la vista en el infinito del azul… El día que podamos salir sin miedo, el valor de un abrazo, de un beso, de un domingo de paella en familia y de un paseo por la playa habrán aumentado. No sabías que abrazar a tus amigos y besar a tu familia era un tesoro y sin embargo ahora descubres que su valor era incalculable.

Dimos muchas cosas por sentadas.
Demasiadas.
Como si la vida fuera infinita.
Como si el mundo nos debiera algo.
Como si los abuelos fueran a estar siempre junto a nosotros.
Como si una sonrisa amiga en un mal momento fuera obligación.
Nos olvidamos de los importante y vivíamos en una vorágine de prisas y obligaciones que ahora se antojan absurdas. La famila, más tarde. La pareja, después. El romance, el sexo, las caricias, un baile, quizá otro día que hoy el cansancio nos puede. Los hijos, tienen todo lo que quieren, ya hablaremos en otro momento. Los amigos, tenemos que vernos, y «tenemos que vernos» no llegaba más que de uvas a brevas porque teníamos la agenda cargada de no se sabe qué.
Qué más da todo, dice @samuel_panos refiriéndose al disfrute del helado que da al traste con la dieta que seguís a rajatabla desde hace meses. Y ¿sabes qué?, es verdad, qué más da… Que las prioridades en este encierro se han reordenado y de pronto los problemas del primer mundo ya no son tan problema…

15 días más de estado de alarma. De quedarse quietecita. Y lo que nos queda. La crisis económica que se avecina será épica y aún hay quien sigue haciendo el idiota (algunos) porque piensan que esto no va con ellos. Y se va alargando. Y nos espera lo peor y no queremos verlo…
Oigo el mar.
Lo huelo.
Su brisa mueve el móvil de conchas azules que me regaló mi padre, @elultimohippy confinado en su mini piso con terraza.
Oigo el mar.Oigo el mar y su brisa mueve la tira de perlitas que trenzó con macramé mi madre, los abalorios que también trenzas mi hermana Débora, ahora tan lejos, que le dio mi hermana Noemí y vendía su Ju. Y pienso en todas ellas. Y me da morriña.
No sabíamos lo que teníamos…
Y el tema es que estoy rendida al sol escuchando el mar. Que hago videollamadas y escribo mensajes a la gente que quiero como si no hubiera un mañana (y rezo para que lo haya, aunque no sea creyente).

No nos podemos quejar. Tenemos nuestros días más y nuestros días menos, especialmente yo que parece que estoy bien pero sueño virus y muertes y ambulancias que no llegan… Pero tenemos patio, salimos al sol, los niños se están portando de lujo y el teletrabajo nos sale por las orejas. Tanto que esta semana me he planteado relajarme y obligarme a hacer algo de ejercicio diario. Así que…
Habrá que saborear toda esta historia que nos devuelve LO IMPORTANTE. Cuando salgamos habrá que darse tantos abrazos y besos que el mundo va a perecer de algodón de azucar. Y cuando toque la arena y padre por la playa… Es posible que suelte un suspiro tan fuerte que alguien se sonrije… Aquí estamos… Todos bien.
¿Y vosotros?
ánimo Celia! Estamos todos juntos en esto y juntos saldremos
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Cuánta razón, juntos saldremos de esta, en realidad no hay otro modo porque frente al virus no hay fronteras ni racismos ni clasismos que valgan. Saldremos juntos y espero que más unidos. Te mando mucha fuerza desde aquí 💪💪💪
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