Te has dado un respiro, un tiempo, una pausa de reflexión. Te has permitido una pizca de pereza y un poco de holgazanería. Puede que incluso hayas salido de un bache con algo de autoconpasión y que te hayas lamido las heridas. Está bien, amiga, lo entiendo. Pero ahora ya es hora de elevar los brazos por encima de tus hombros y estirar, estirar, estirar… Deja que salgan la rabia, la sorpresa, el dolor y las quejas. Sopla. Desperézate! Y ahora sal ahí afuera, tu mundo es tuyo y te espera la primavera a la vuelta de la esquina.
