Tienes la magia cerca, muy cerca. Más de lo que crees.
Decía el mago Kevin que la magia como espectáculo era solo una ilusión que el mago representa y los espectadores queremos creer. Que la verdadera magia éramos nosotros, cada día, superando lo que la vida nos eche con una sonrisa y en familia, rodeados del cariño de los nuestros, de los amigos, del vecino que nos sonríe cada mañana.
Kevin, le petit poisson rouge, (así se llama nuestro precio) nos lo recuerda cada día. Lo tenemos en el comedor para no olvidarlo. Y es que Kevin, ya os lo avancé un día, es un pez mágico. Fuimos de vacaciones a un camping fantástico al sur de Francia para celebrar nuestro aniversario de boda en familia y nos encontramos con un mago pirata que sacó a nuestro hijo al escenario cuando ya pensábamos que a nuestros peques no les tocaría en suerte salir. Le hicieron sujetar una copa llena de agua (primer elemento), que junto al aire (segundo), la tierra (tercero, un trozo de papel rojo) y el fuego (y cuarto elemento, del mechero del mago), crearon la magia. La cara de alucinado de mi hijo cuando cayó del papel en llamas un pez rojo en la copa que sugetaba no tuvo precio. Eso sí era magia. Su alegría, su incredulidad, su risa, el brillo de su mirada…
Y Kevin le petit poisson rouge se vino de vuelta a casa y ahora da vueltas y vueltas en la pecera. Porque como ya dije una vez, la magia no puede dejarse atrás.
Porque tú eres magia.
Cada día.
Y la magia la tienes muy, muy cerca.