La felicidad también es fea y cotidiana, no Instagram

Con premeditación y alevosía, mi hijo ha hecho una foto «al natural» y se ha callado. Cuando la he visto, el primer impulso ha sido borrarla: salgo con los ojos cerrados, en medio de una conversación, seria, nada favorecida… El encuadre, la iluminación, la puesta en escena… Todo mejorable y poco instragrameable. Poco bonita, iluminada, feliz…

Y sin embargo, mírala bien. Me he detenido a estudiar los detalles y he encontrado un mundo de buenos recuerdos para empezar el día con energía positiva.

Estoy en plena conversación con uno de mis hijos que me explica con pasión porqué este año quiere hacer una extraescolar adicional. Y yo le escucho atenta.

Tras la cámara, mi hijo hace fotos pero está en la reunión familiar, es cosa de todos lo que a otro le gusta hacer o las experiencias que se comparten.

Al fondo, la corresponsabilidad en todo su esplendor. Él madruga, despierta a la tribu (yo incluida, que de buena mañana soy medio persona hasta que desayuno), recoge los platos sucios, hace el desayuno, y mientras hablamos prepara las meriendas. A veces hasta le da tiempo a poner ropa en la lavadora y a recoger la que está seca. Lo admiro, yo aún no me he despertado del todo. Luego me ocuparé yo, y tendré conversaciones profundas sobre el día y las emociones, compraré fruta y verdura, haré la cena… Después de todo, somos un buen equipo.

En medio, la pecera con «Kevin, le petit poisson rouge», un pez nacido del aire, el agua, la tierra (un trozo de papel) y el fuego: un mago lo hizo aparecer en un espectáculo de magia y mi hijo era su ayudante fortuito… El pez se tuvo que venir con nosotros, no había opción. La magia no se puede dejar atrás.

Y hay muchos más detalles preciosos. Cómo compartimos las mañanas. Música de fondo…

Quizá no salgo favorecida en la foto. Quizá no sea instragrameable. Quizá es demasiado normal, cotidiana, banal… Y sin embargo eso es lo bonito. Quizá esta obsesión por tener fotos ideales de postal en redes sociales está convirtiendo nuestros recuerdos en situaciones idealizadas que ni siquiera nosotros seremos capaces de revivir, en fuente de frustración.

Fuera duda.
Publicar.
La felicidad también es fea, y qué.


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