No encontrabas el momento. Callaste.
Lo que tenías que hacer era demasiado importante.
Lo aparcaste para encontrar la inspiración suficiente.
Era un sueño.
Y te quedaste asustado esperando un empujón para lanzarte.
Me miraste. Intensamente. Como si una mirada fuera todo, suficiente. Y nos perdimos en el reflejo, el uno en el otro.
A veces el silencio hace demasiado ruido en tu cabeza pero es solo vacío al otro lado.
Que suerte que más allá del reflejo, los silencios y los miedos encontraste el momento, te lanzaste a hacer aquello que era tan importante aunque no alcanzara la perfección y te metiste a manos llenas a fabricar tu sueño aunque pareciera inalcanzable. Que suerte que las miradas tuvieron voz. Y que aquel reflejo se convirtió en imagen.
Que suerte que te atreviste.
O no, no fue suerte.
Fuiste tú, que saltaste la barrera.
PD: atrévete. Así se construyen amistades. Amores. Sueños. Vidas.