Volver. Volver a reencontrarse con la naturaleza. Respirar. Aire, pinos, tierra mojada. Volver y sentir el frío enrojeciendo las mejillas. Perderte entre los abetos. Escuchar crujir las hojas secas que cubren todo el suelo. Ver el sol filtrarse entre las copas de los árboles. Coger leña. Hacer un fuego. Adelantar las manos hacia la hoguera para calentarlas. Afilar con la navaja un palo, y clavar una salsicha para que se cueza mientras el fuego crepita. Comer sentado en un tronco cortado como si fuera la mejor silla del mundo. Respirar, de nuevo. Sentir los rayos de sol calentar tu nariz fría. Tomar un té o un café caliente en el banco de madera frente al antiguo chalet, sin luz, con encanto… Y mirar, el paisaje, las montañas, el bosque, las hojas… Volver a la naturaleza y disfrutarla de un modo primitivo, respirando, sintiendo, sin wifi.
Pensabas que el día había acabado? No! Sólo son las tres, el horario suizo es lo que tiene. Todavía puedes vivir grandes aventuras y reconectarte con tu niño feliz.
Como buscar nieve en este invierno cálido y sin manto blanco a la vista… Para quienes no ven nieve a menudo, un poco de restos en el lado norte de la montaña es más que suficiente para ser feliz.
Luego te queda asaltar con tu visita una granja, preferentemente de la familia, y tomar un té caliente con galletas caseras mientras los niños campan a sus anchas persiguiendo al perro que visita a las gallinas o que saludan una a una las vacas, las ovejas y los caballos del establo. Ya te lo he dicho, las aventuras cotidianas son sencillas pero muy emocionantes, sólo hay que saber vivirlas.
Felices aventuras.