El año que no nos tocó nada de nada en realidad lo tuvimos todo. El año que compramos cuatro billetes de lotería de Navidad y unos cuántas participaciones más, la ilusión nos salió cara. Grande, eso sí, pero cara. No miramos si nos había caído algún premio hasta la tarde del día siguiente, cuestión de alargar la ilusión del «imagina que somos ricos» un poco más, la ilusión del iluso, del que no sabe, pero ilusión al fin y al cabo. Cuando por fin lo miramos todo era «no ha habido suerte esta vez». Pero yo discrepo. Porque ese año, que fue el anterior, y el anterior del anterior y aún muchos anteriores, ese año que ha vuelto a ser este, en realidad hemos tenido una suerte bárbara. Porque nos lo hemos currado y nos lo merecemos, puede, pero suerte. Al fin y al cabo, nos queremos. Todos. Como se quieren las personas que no hacen llorar al otro a no ser que sea de risa. Tenemos trabajos a los que acudir, remunerados sin falla. Nuestra casa no sólo tiene un techo, encima es bonita, está decorada a nuestro gusto y por tener, tiene hasta calefacción… Encendida… Tenemos escuelas públicas, sanidad y, sabes? No hay nada grave que nos sentencie a vivir como si de verdad no hubiera mañana. Tampoco tenemos bombas, más que las de San Juan, ni miedo ni necesidad ni ganas de huir. Así que mira qué bien. Que la ilusión nos ha salido un poco cara pero que suponemos que contribuye a que otros sí sean ricos y a que el estado haga algo por lo público… Mira qué bien que un año más no nos ha tocado nada de nada (en la lotería) pero en realidad lo tenemos todo y todo (en la vida). Si un día nos llegara a tocar, recuerda que ser ricos estará muy bien, pero que en realidad los otros años que no nos tocó nada, lo tuvimos todo.
Una respuesta a “El año que no nos tocó nada”