28 días para ser feliz. Día 20: decirte las cosas que nunca te dije (aunque sea con gestos)

Cosas que nunca te dije…
Ummmm, un montón. Y hoy estoy espesa. Ha sido un domingo plácido pero intenso, es lo que pasa cuando has de explicar lo mismo mil veces porque tu adolescente reclama justicia y explicaciones milimétricas que ya no sabes dónde encontrar.

Cosas que nunca te dije… Siempre hay palabras que se quedan atrapadas en los bolsillos y otras tantas que se enganchan entre las costuras de la mente. Y pasa lo que pasa, que la comunicación no fluye. Que tú dices “blanco” y con suerte entienden “huevo”. Y renuncias. Y entonces recurres a gestos, cartas sin interrupciones o canciones con mensaje. Porque la comunicación, cuando es difícil, cansa. Y apoyarse en miradas, caricias, besos, compartir una película de risa o bailar dejando caer tu barbilla en el hueco del hombro, hace que el mensaje acabe llegando.

Hay cientos de cosas que nunca dije. A amigos, parejas, familia o hijos. Porque en el momento no se me ocurrió la respuesta ideal. Porque era tarde, o demasiado pronto. Porque quería tanto tanto que me parecía arriesgarse tontamente. Porque hubieran herido, y las heridas no se curan tan fácil. Cientos de palabras no dichas. Y otras cientas que dije de más. Unas por vergüenza, otras por pereza, algunas por amor, y muchas porque después de todo no hacía falta.

Pero las importantes se dijeron. Y las que no, por ahí andarán perdidas buscando un dueño que las diga.

En esencia. Digo “te quiero” cuando me surge y sin cortapisas. He aprendido a decir “lo siento, me he equivocado” (aunque no lo tengo del todo dominado). Y aún sigo depurando la técnica para explicarme sin malentendidos. Me da que la adolescencia gemelar me depara un máster.

Uffff, qué espesura mental. Si has llegado hasta aquí, espero que hayas pasado un bonito domingo.

Van Morrison lo dice claro.

Hay cosas que no te digo y sin embargo ahí están las canciones como las de Van Morrison cargadas de sabiduría. Escucha bien, hijo. Quizá te parece que los domingos se suceden llenos de deberes, discusiones por recoger los platos del lavavajillas o de padres gruñones que te piden recoger por enésima vez los zapatos tirados en el salón. Pero escucha, los días buenos, serán así. Un poco aburridos. Pero también plácidos. Con películas, pipas, juegos de consola, balonazos al sol en el patio, comidas en familia, sobremesas un poco largas y pereza en el sofá. Cuando los días sean así será que todo va bien. Cuando las cosas van mal son más intensas. Y eso, hijo, no siempre es mejor. Lo sé, ahora no lo entiendes. Ya llegará. Ahora no es el momento.

TQM

20/28


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