De cuando el mundo se acabó en otoño de 2020 (o solo nos volvimos locos)

¿Se nos viene el mundo encima o qué? ¿O solo es otoño y no nos acordamos? ¿O es que las nubes de tormenta en 2020 son más tormentosas, dramáticas y amenazantes porque es lo que toca para alinearse con el año de la pandemia mundial que anunciaba el fin del mundo mundial?

Que salgo poco de mi casa -teletrabajo, cole, grupo burbuja, bares cerrados en «tresdosuno»… Ya tú sabes-, pero el cielo, a la par que espectacular, parece decirme que «averdondevasalmadecantaro», así de corrido y con voz marimandona…

Que es que no estamos pa’ salir.

En fin, que entre una foto y otra hay tres días de diferencia. Tres. Y yo que soy así de vaga para lo que me da pereza infinita, me hallo con tormentas pandémicas y un armario de ropa veraniega que espera que le llegue el turno del cambio… Y no… En esta casa se empieza a cambiar el ropero de temporada infantil, se sigue por el señor de la casa y luego va una menda con arrastre de voluntades bajo cero y ganas de tirarse por el balcón antes que sacar, guardar, lavar, planchar, doblar, colgar y hacer otro puñxxxx cambio más -y no hablo solo del cambio de armario, que para cambios, en 2020 vamos servidos-. Y claro, lo último es el cajón de las bragas, sujetadores y medias varias. Ese cajón sin nombre multitalla donde lo mismo hay una braga «de regla» que una brasileña de puntillas a juego con un corsé sus hace tiempo que me amenaza con ir a un lugar mejor con sus corchetes.

Y así vamos… Disfrazada por la calle. Mascarilla «del zorro» en vez de antifaz incluida. A capas. Vestido de verano y botas con calcetines de lana por la rodilla. Chaqueta de punto y fulard y no me pongo guantes porque me da vergüenza la pinta que llevo.

Eh, pero yo, ¿yo?, FELIZ.

PD: ¿Os he dicho ya que solo quiero ser un poquito rica para tener un vestidor y olvidar el cambio de armario? ¿Que visto lo visto estoy por comprar cuatro mallas de yoga y dos sudaderas y tirar todo el resto? Total, para cuando la pandemia acabe quizá he cambiado de talla (again), me he pasado al lado yogui de la vida y con mallas vivo mejor o el mundo ha implosionado y ya no importa la facha que lleves mientras el fondo de tu videoconferencia de trabajo no sea una selva de juguetes tirados.

Estooooo… Se me ha ido la pinza, Mari. No es lo que parece. Yo solo pasaba por aquí.

¿Y tú, bien?


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