Día 45. Ni los propios niños sabían que tenían tantas ganas de salir. Con las prisas no se han girado a decirme adiós, por si la hora se les escapaba.
Después de un intenso debate, mirando noticias, BOE y hasta llamado a la guardia urbana, han ido a la playa a hacer unos chutes porque está dentro de nuestro radio de acción y porque a priori parece tener menos riesgo estar en la arena que en un paseo comunitario con bancos, barandillas y múltiples superficies que tocar. Este rato debe ser para tomar el aire y desconectar, para moverse y absorber vitamina D, si ha de convertirse en un estrés de «no toques», «no te acerques», «no, no, no», más vale quedarse en casa (en mi humilde opinión).
Al llegar a casa ya he preparado un barreño con lejía diluida en agua para limpiar pelotas, zapatos y lo que sea necesario. Dejaremos los zapatos en la puerta y sin tocar nada, directos a limpiarse manos y cara con agua y jabón o incluso a la ducha.
Si hasta ahora lo hemos hecho tan bien todos juntos (en general) no tengo duda que podremos también en esta nueva etapa. Es cuestión de disciplina: 1 hora (mejor si no es punta, parece que hemos acertado por hoy), 1 kilómetro máximo, 1 adulto acompañante (porque es cuestión de estar por los peques y no de paseo o de charloteo, lo cual vale para el móvil y las llamadas, siendo lógicos).
En fin… Hoy es un día que empieza muy feliz. Porque han salido (aunque yo lo disfruto desde casa porque sigo coja después de la patada que le di a la cajonera en el corre-corre de llegar a una videollamada de trabajo). Y porqué si han podido salir es que vamos a mejor y hay luz al final del túnel. Es cierto que hemos dejado muchas vidas en el camino y que la que nos espera económicamente hablando es tremenda. Pero creo que es importante fijarse en pequeñas notas de lo positivo que nos sucede para no caer en la desesperación (demasiado).
Espero que estéis todos bien.