#yomequedoencasa: Día 25 y 26. Respira (cuando veas que no puedes más)

Día 25… Necesito respirar

Respira. Date un respiro. Coge tu mirada del mundo y fúgate. A una isla desierta donde estéis tú y tus pensamientos. Cógete a esa taza de café como si te fuera el aire que necesitas en ello. No, no mires los mensajes catastrofistas ni las cifras de muertes ni escuches ni mires ni nada…

Ayer un reportaje del sufrimiento que acumulan en silencio estoico médicos, enfermerxs, auxiliares y familias me hizo llorar. Luego seguí rebuscando datos y se me hizo un nudo que aún por la noche duraba. No sé porqué, eran las dos y estaba cansada pero no me venía el sueño. Cuando por fin cerré los ojos todo eran monstruos babosos y deformes en mi mente. Ninguna historia, ninguna muerte, como otras veces. Sólo masas grises viscosas que me sumían en un pozo muy desagradable. Daba cabezazos a un lado y otro por si la imagen desaparecía. Le ordenaba a mi mente que se deshiciera de esa porquería. Hasta que me dormí.

Solo respira… Date un respiro como si mirar al infinito de aquella baldosa o la nueva hoja de una planta fueran tu objetivo más preciado. Solo respira. Sola. En silencio. Sintiendo un rayo de sol acariciar tus pies y subir poco a poco por la pantorrilla. Solo, respira.

No dejo de pensar en lo fácil que es todo desde mi casa mientras otros luchan contra la muerte, propia o ajena, allá afuera. Me lo repito una y otra vez por si en este micromundo en que habitamos me hace olvidar lo afortunada que soy. Nadie querido está grave, nadie ha muerto, el trabajo sigue ahí, los niños pasan día a día con la sonrisa puesta, no sufrimos violencia ni enfermedad ni hambre, el patio se llena de luz cada día. Así que…

Me digo que ojalá pudiera empaquetar un poco de fuerza, muchos abrazos, un rayo de sol y el sonido del mal de fondo, y enviarlo. Que al abrir el paquete recibieras ese aire fresco con muchas serpentinas arcoiris y pudieras volver a abrir el regalo una y otra vez cuando estuvieras con el ánimo bajo. .
Sólo respira.
Como si fuera poco, ¿verdad?


¡Vamos, de esta salimos juntos!
Y respiro.
Y me levanto para seguir enfrentando el día.
Sólo respira.
Cómo si fuera fácil.

Día 25. Lunes.

Día 26. Me da que el cuerpo me está diciendo algo…

Veo el sol dando de pleno en el patio y siento la necesidad, patológica diría, de tomarme mis cinco minutos de luz. Así, con los ojos cerrados. Escuchando un pajarillo que se ha posado en el tejado ajeno a todo. Oyendo zumbar una mosca junto a mi oreja.

Es como si sintiera la energía subir poquito a poco. Como las rayitas de un móvil cargandose. Me quedaría, en una hamaca, con un libro tonto, quizá dejándome adormecer. Pero me tengo que reincorporar a la teleoficina. Y aunque la carga seguía medio vacía, abro los ojos, me acabo el tercer café, me levanto, voy. La niños están de «vacaciones» de semana santa, no parecen pasarlo mal. Subo. Suspiro. Miro el sol entrar por la ventana. Y voy. Suspirando. Me da que el cuerpo me está diciendo algo.


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