La felicidad es ese día que te levantas legañosa y decides poner rojo en tu día. Cuestión de colores.
No hablo solo de un estado de bienestar fugaz e individual. Claro que el rojo está en mis labios, pero quizá un gesto amable o una sonrisa de apoyo o un guiño cómplice puedan contagiar el rojo a otras personas.
No hablo solo de éxito, porque después de todo ni la felicidad te asegura éxito ni el éxito garantiza felicidad.
No hablo solo de maquillaje o ropa, la felicidad, me temo, es un estado y un sentir que no se compran.
No hablo de ingenuidad. ¿Mi pintalabios ha borrado de un plumazo preocupaciones o problemas? ¿Ha acabado con la injusticia o las guerras? ¡Claro que no! Pero quizá sentirme bien para afrontar día a día el cotidiano me da fuerzas para seguir buscando soluciones, desde mi humilde lugar en el mundo, a todo lo que me preocupa.
La insistencia en buscar la felicidad pone de relieve que no vivimos tiempos tan felices. (… Estoy) en contra de la búsqueda de la felicidad como algo que pudiera buscarse y encontrarse con estrategias.
(…) La felicidad, como se entiende y se usa hoy día, tiene que ver con el desarrollo exacerbado del individualismo en nuestra sociedad. El desarrollo del individualismo lleva a buscar ser feliz dentro de una sociedad donde la felicidad parece que fuera algo democrático que pudiéramos alcanzar cualquiera. La preponderancia que tiene la búsqueda de la felicidad en nuestra sociedad pone de relieve, precisamente, que no vivimos en una sociedad que facilite la felicidad. (…)(Antiguamente) La felicidad estaba ligada a la virtud y a las aportaciones para los demás. Y ahora, por el contrario, está ligada al bienestar personal subjetivo, al margen de cómo funcione el mundo.
(…) Con el consumismo la felicidad se convierte en una mercancía más
(…) El mundo se ofrece como una especie de supermercado de oportunidades y eres tú el que tiene que acceder a ellas, y por eso, si no accedes es porque no sabes o porque no has creído en ti suficientemente. Al final eres tú el responsable y el culpable de no aprovecharte de esas oportunidades. Y si uno fracasa suficientemente en eso, pues entonces entra a funcionar ahí la patologización de tus propios esfuerzos, de tus propias desgracias o de tus pérdidas. Entonces, ahí entran a funcionar los diagnósticos, las enfermedades, la depresión, la ansiedad, los traumas que ahora te están impidiendo que consigas lo que te propones. De manera que el fracaso personal en el que te han metido, ahora se salva naturalizándolo, convirtiéndolo en un proceso natural. Son los genes, son los traumas que han alterado tu cerebro los que están impidiendo que tu vida vaya bien. Ni siquiera eres tú ahora.
De la entrevista a Marino Pérez sobre su libro.
En fin, disculpen la filosofada instagramera, pero colorear tu día puede crear una reacción en cadena de pequeños gestos de felicidad.
Feliz día 😉