Dejarse ir

Dejarse ir… Qué simple y qué difícil a la vez. Todo depende

Del apego a lo que dejas atrás, de lo que crees que te espera – porque el futuro es una construcción imaginaria.

Depende, sobretodo, del miedo.

Miedo a caer.

Miedo a sufrir.

Miedo a perder algo.

Miedo a equivocarte con el futuro.

Miedo a quedarte solo.

Miedo a hacer algo diferente y que se burlen, o peor, te hagan el vacío.

Miedo, al miedo.

Y sin embargo, hubo una etapa en la que no tenías miedo a nada. En que trepabas, saltabas, te lanzabas, por probar, por probarte. ¿Qué sucedió? ¿Dónde perdiste el arrojo y lo cambiaste por temores varios?

Dicen que hasta bien avanzada la adolescencia no se construye realmente la sensación de precaución y miedo. Si no, los bebés jamás andarían por miedo a un tortazo y los adolescentes no desafiarían las normas en su búsqueda de sí mismos.

Así que el miedo nos vuelve adultos, cautos, nos hace sobrevivir. Pero estaría bien conservar algo del arrojo de la infancia para poder, de vez en cuando, dejarse ir. ¿O no?


5 respuestas a “Dejarse ir

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