Vives la vida a través de la mosquitera, protegida del picor pero en las sombras. El paisaje es bonito, pero menos brillante. La brisa te refresca, pero no demasiado. Todo lo ves a través de los pequeños cuadros de la rejilla.
A veces te digo, «ven, amiga, hace bueno aquí afuera, vamos a recoger moras», y me miras con ganas pero triste, y te quedas tras tu mosquitera. Pero, ay amiga, la mosquitera no va a salvarte de los grandes chascos de la vida. No va a evitar que tengas el corazón roto por el desamor. Ni que la enfermedad o la muerte toquen a tu puerta. Y mientras no te decides a salir, aún a riesgo de volver con una ristra de picadas de mosquitos, la vida se va marchitando tras la mosquitera que te mantiene a salvo de vivir tu propia vida. En realidad, amiga, más te valdría asomarte. Prometo traer tiritas de las de colores. No van a evitarte ningún gran drama. Pero por lo menos curan el alma, un poco -solo un poco- como los besos de las madres.
Qué me dices, amiga, te vienes a vivir la vida?