Mama, mam, mamutxi,… infinitios son los nombres por los que llamo a mi madre. A esa persona a la que le debo la vida (y a mi padre también, ¡claro!).
Las madres… ¡qué tías! Son unas heroinas con superpoderes. Lo saben todo de ti sin que tengas que abrir la boca para contárselo, no sé si es que te leen la mente o nos espían via satélite.
Y además, siempre, o casi siempre, tienen razón, nos puede costar más o menos años aceptarlo, pero al final acabamos viendo que cuando nosotros vamos, ellas ya han ido y vuelto mil veces.
Lo más curioso, o tenebroso, es que nos conocen mejor que nosotros mismos, saben lo que harás sin que tu te lo hayas planteado aún, ¡a mi eso me acojona!
Pero nada hará que la deje de amar, porqué, consciente o inconscientemente, tengo guardado todo lo que ha hecho por mi, todo el amor incondicional que me ha dado, todas las enseñanzas, un todo que me ha hecho ser quien soy ahora.