Que el frío siberiano te pille abrigado. Con abrigo de ropa cálida, con abrigo de techo, pared y calefacción que puedas encender y pagar. Que te pille abrigado, el frío de Siberia o el del Polo Norte. Porque si te pilla refugiado pero sin refugio en esta Europa cuna de los derechos humanos es posible que mueras pajarito de frío. De frío en los huesos, en la sopa, inexistente, y fría, pero sobre todo frío de indiferencia, de haverte convertido en un titular manido, frío de ser noticia por tu inerte anunciada… de frío.
Que el frío te pille a resguardo, con calorcito de ropas y calefacción (que puedas pagar). Pero sobre todo con calorcito humano. Del bueno, del de abrazo y puertas abiertas, del de «te invito a un café, y si se encarta a una cena, calentita, casera, buena». Que te pille con recursos, en el armario, en el bolsillo, y sobre todo humanos.
Que el frío te pille abrigado.
