Si no subes, vuela, alto! 

Dices que te da pereza escalar esa montaña lejana de sueños que tienes aparcada para cuando te toque la lotería. Que estás bien en tu mundo tranquilo de vida tranquila con los amigos de siempre y esa familia que has aceptado que es la que te ha tocado y no hay más. Y de vez en cuando alguien te dice «sal de tu zona de confort» y a ti te suena a chino mandarín y piensas que ya son ganas de complicarse la vida, frases hechas y de psicología barata que nada tienen que ver cómo b la realidad, que es más fácil decirlo que hacerlo, que las cosas son como son y que a esta vida hemos venido a luchar y sufrir  y a no darnos cuenta cuando somos felices hasta que es demasiado tarde. Dices que no puedes, no debes, que tienes obligaciones y responsabilidades… Y tienes toda la razón, la cuestión es porqué ser un poco más feliz y cumplir tus retos no es también -no sólo, pero también- una de tus prioridades. 

Está bien, te da pereza o miedo o lo que sea subir, escalar, empezar a andar el camino que imaginas muy lejano. Lo entiendo, a mí también me da vértigo la vida. A mí también me dicen «sube» y me quedo en mi rincón viendo cop escalan otros, lamiéndome las heridas y buscando excusas a mi autocompasión . Pero tampoco tienes mucho más remedio que buscar la vía. Tampoco tengo más remedio.  Y si no subes, vuela, gira, toma impulso, despéinate. Porque puedes, yo lo sé y tú deberías saberlo. Yo debería saberlo. 

Te hablo a ti, amiga, la que busca las palabras exactas para finalizar una relación difícil que no hace feliz a nadie. A ti que no tienes coraje a buscar otro trabajo porque el que tienes está lleno de peros…  pero ya lo conoces. A ti que te atreviste a irte por la puerta grande con una mano delante y otra detrás pero que ahora estás aletargado sin saber por dónde empezar tu nueva vida. A ti que aparcaste la novela escrita una y mil veces. A ti que miras a los demás cumplir tu sueño en silencio. A ti que la vida te te dejo viuda del amor de tu vida y desde entonces luchas con uñas y dientes que casi no tienes. 

Si no subes, vuela. Mira el impulso que cogen los niños en un columpio, observa lo fácil que es sonreír y disfrutar del momento -cuando eres niño-. Recuerda cómo lo hacías. Y vuela. Alto, raso, rápido, despacio, en línea recta o en círculos. Extiende las alas y vuela. Siempre hay un modo. Subiendo. Volando. Quizá nadando o buceando. Vuela. Y cuando lo hayas logrado vuelve para explicarme lo bien que te fué y cómo lo hiciste para que todos los demás comamos carrerilla y alcemos el cielo tras de ti. 


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