Os hablaría de infecciones de orina que te mantienen en estado de mala leche, de dolor y de colas en la seguridad social. Pero el post de hoy no iba a ser muy positivo y casi prefiero hablaros de esos detalles que, si estás atento, puedes captar en un momento cualquiera. Quizá el andar de pato mecaguentoloqueescuecelap…cistitisddelosgüebs es el que ha hecho parar en esa esquina, quizá son los segundos de espera en el semáforo -cuando no estas esfrascada en la pantallita dichosa, que les decimos mucho a los peques de la caza de Pokemons pero hay que vernos a los adultos empanados en el guasap-.
La cuestión es que hoy miras, y ves, y procesas… Te dices, «me encanta ese gurruño de cables recortando el cielo nublado», y haces una foto pensando en compartir ese bonito momento de poesía cotidiana. Tu pensamiento autodestructivo al habla te dice «a quién carajo va a gustarle un gurruño de cables, si son feos de fealdad», pero no le haces mucho caso porque tu blog es tuyo y a tí sí te parece bonito. Por lo menos hoy, por lo menos ahora -la belleza es efímera hasta en el pensamiento, ya se sabe-. Y aunque a quien pase por estos lares los cables eléctricos le den rabia -a mí también, a veces, me estropean la vista y la foto de Instagram, hasta me digo que los humanos somos loputopeor y arrasamos por dónde vamos y extinguimos especies y contaminamos… Mi yo súper-ético al ataque de nuevo-… Quizá os dan rabia, los cables, en la foto, no le veis la gracia… Pero la moraleja de este post es en realidad que si te detienes un segundo a mirar el mundo, si levantas la vista de tu pantalla, si ignoras tus dolores y demases, el mundo te devuelvo guiños sublimes. Recuerdas que los pequeños detalles es lo que hacen que hoy sea diferente a mañana.
Y para confirmar la teoría, mi hijo Pol, tan listo en esto de disfrutar del momento y de fijarse en todo lo que le rodea disfrutándolo con una pasión que solo tienen los niños, me señala un troncó de árbol emocionado y dice invadido por la alegría: «mira, mamá, mira que tronco más bonito! Tiene hasta champiñones! Hazle una foto para acordarnos!». Qué envidia, la pasión infantil por cualquier detalle. Así que, venga, levanta la mirada del móvil y observa. Déjate invadir por la poesía callejera, deja que te saque una sonrisa, y sigue, con tu día, adelante.
