Cada cual tiene su propio paraíso. Puede ser un lugar, un árbol, un recuerdo de infancia, una relación, un libro… Hay quien tiene paraísos lejanos e inalcanzables, pero esos aunque están bien para soñar dan más ansiedad que placer y generan más frustración que felicidad. Yo prefiero los paraísos tangibles, cercanos, esos lugares nuestros en que nos sentimos en calma.
Es necesario tener un paraíso para poder pensar en él y entrar en un estado zen. Como para mí las playas de Ibiza y Formentera, con sus aguas transparentes, sus pinares que dan sombra y sus dunas intactas. No se me ocurre mejor plan que tumbarme bajo una sabina, sobre un simple pareo, con un buen libro, entretenido, y relajar la mirada, la mente y el espíritu entre las palabras escritas y la visión del mar, mi mar.
Y tú, conoces tu paraíso?