Hoy nos hemos levantado como el día, gris, plomizo, malhumorado. Ayer también lo estaba, yo, enfadada y triste, pero con la sonrisa puesta, que es peor porque aunque engañes a los demás no te engañas a tí misma. Dicen que si sonríes, al final tu cerebro genera endorfinas. Como cuando haces deporte. Pero sabéis qué? Que hoy tengo un día de «derecho a pataleta«, algo así como «déjame que por una vez no sea fuerte, ni la mejor, ni la positiva, déjame que me queje y me autocompadezca un poco. Y quiéreme igual, mañana ya volveré a sonreír de verdad». Lo siento, mira que avisé, que incluso en este blog hay espacio para los días grises. Pero poco, tampoco nos pasemos, no hay nada peor que soportar a un quejica.
No me siento especialmente orgullosa de mi malhumor y mi tristeza. Pero estoy cansada de fingir y autoconvencerme que mi constante aumento de peso a pesar de las dietas y el gimnasio no me importa ni me preocupa. Es un tema estúpido y banal estando como está el mundo, perdonad, pero a mí me afecta. Sí, he ido al médico a explicarle que 14 kilos de más en un año comiendo equilibrado e incluso haciendo dieta no es normal. Las analíticas salen perfectas. No me derivan al endocrino. Pero me hacen análisis hormonales: todo bien. Así que la conclusión es que «tienes que hacer ejercicio y dieta». Y te lo dicen con cara de «no me creo nada de lo que dices, seguro que ye hinchas a bollos». Cuanto maltrato! Pero lo entiendo, no me conocen, por qué iban a creerme cuando digo que apenas como nada más que verdura, ensalada y pollo a la plancha? Así que sigo insuflándome actitud positiva y me digo «venga Celia, tú puedes hacer dieta y conseguirás bajar de peso, un poco de gimnasio y buena alimentación«… 6 meses después sigo subiendo de peso a pesar de todo. Me miro al espejo con ganas de pegar a alguien y abrir el armario para vestirme es un suplicio.
«Hay qué ver cuanta ropa tienes, a ver si tiras las que no te sirve y ya está», me dicen. Pero me niego. No quiero, no quiero tirar esos pantalones de talla 40-42 con los que me siento bien, ni ese vestido que me encanta. No quiero comprarme ropa de mi puñetera talla actual (que sube y sube) porque es como tirar la toalla y aceptar que es normal ir subiendo de peso aunque tengas dieta de conejo.
«Es el estrés, te tienes que relajar«, dicen ahora. Y es posible. Yo no me siento estresada, pero puede ser. Soy una persona normal, que se levanta pronto, está con sus gemelos, corre al trabajo, cumple jornadas intensas y se va corriendo a recoger los niños al colegio, pasa la tarde con ellos arriba y abajo, dos días va al gimnasio, el fin de semana sigue trabajando en esto y aquello y vuelta a empezar. Puede ser que esté estresada, somos una sociedad estresada, y mi vivencia de este problema de peso no ayuda, los bajones, reales como la vida misma, de mis ciclos hormonales no ayudan… Pero vamos, que lo de no te estreses me perce más fácil decirlo que hacerlo!!!
Y ahora qué?
Ahora sigo adelante. Me pinto y me visto lo mejor que sé para sentirme bien. Voy donde te da que ir, como ayer al colegio para hacer jardineras para que los niños planten un huerto y flores. Porque somos una comunidad, porque entre todos podemos! Y si tengo que hacerme un callo con la azada, voy. Porque mi hijo, orgulloso desde la valla me dice «venga mamá, lo estás haciendo súper bien«.
Y sigo, con la sonrisa puesta, a veces sincera y a veces algo forzada, pero sonrisa… Y sigo, con la vida, disfrutado lo que puedo.
Miro la mano y tengo una pegatina que reza «soy la reina del mambo», y recuerdo que hace escasas horas una amiga del trabajo me la ha puesto por sorpresa y me ha hecho sonreír… Qué pequeño gran gesto y cuánta falta me hacía… Gracias Teresa.
Voy al dietista y todo sigue igual y exijo una dieta estricta para por lo menos recuperar alguna talla de las que tengo en mi armario y poder mirarme en el espejo. Luego ya seguiremos afrontando qué cara jo pasa en cuanto dejó de hacer la dieta de bajar peso drásticamente. Tengo un propósito, me siento triste pero motivada…
Y cuando cae la noche, agotada en en la cama, con mi callo que duele y mi pegatina, angustiada porque la dietista ha confirmado que esta semana de dieta ha servido para quedarme en el mismo peso que estaba, con las lágrimas asomando en silencio ahora que todo está oscuro y nadie me ve… Escucho un susurro…
– No sé cómo ayudarte, pero estoy aquí, y te quiero…
Y sonríes, con una sonrisa mojada pero de verdad, porque lo mejor de este mundo es saber que NO ESTÁS SOLA.
Sin duda tienes todo el derecho del mundo para tener tu día de pataleta de tanto en tanto y sobretodo si aún quejándote sonríes! Y recuerda que, pese a todo, tu eres la reina del mambo
Me gustaMe gusta
Muchas gracias, guapa. 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona