Como el rocío. Hazte imprescindible sin mucho ruido. Deja un reguero de agua viva a y paso.
Aporta tu valor al día a día de tu entorno. Lo que a ti te parece insignificante es en realidad esencial; como esa sonrisa que te sale natural o esa frase de aliento que sueltas sin darte cuenta.
Contribuye, forma parte de un equipo, sa tus fuerzas a otras para crear una inercia imparable.
Sé amable. En tus gestos y tus palabras. Todo se puede hablar con amabilidad. No hace falta ir arrasando a tu paso.
Sonríe.
Abraza.
Escucha.
Busca apoyo y da impulso, todo a la vez.
Sé rocío, sin escándalos, pero presente, constante, parte de aquello que brota a tu alrededor.
La alternativa es encerrarte en tu mundo y no contribuir más que a tu jardín hasta que seas un vergel en medio de un desierto. Y eso, me temo, es demasiado solitario para ser un plan de futuro con final feliz.
Sé rocío. O sol. O tierra. O aire que mece. O planta que crece… Lo que quieras. Pero sé amable. Porque la amabilidad moverá el mundo (hacia un lugar mejor).