Ven. Ven bajo mi paraguas. Refúgiate un poco y me cuentas. Que la vida, si la vives, a veces moja. Llueve, la vida. Para que luego florezca verde la primavera. Pero mientras cala, da frío, y el verde está lejano, y te dan ganas de quedarte agazapado bajo el portal para siempre. Pero ven. Y no eres más fuerte ni mejor por supérala en solitario y en silencio. Vente…
Te acompaño un rato. Un paraguas para dos parece poca cosa, quizá nos mojamos un poco los hombros por los lados, por mucho que nos achuchemos. Pero ven igualmente. Que mi paraguas es rojo y en algún lugar leí que el rojo da buen color a la cara en los días grises. Y el color, aunque sea como maquillaje, es importante para sentirse un poco mejor, para que la esperanza nazca. Tú ven, cuéntame de tu lluvia. Ven, que te acompaño un rato. Que como dice la canción «la lluvia nunca vuelve hacia arriba». Que las penas en compañía son menos penas. Que la lluvia bajo un paraguas es más soportable. Ven. Ven bajo mi paraguas.