Placeres de invierno

Que soy animal de veranito y vestidos de tirante, lagartija al sol y cuerpo de playa ibicenca, eso se sabe. Que mi parte suiza heredó el gusto por el queso y la mantequilla pero no el aguante al frío, también. Pero el veroño por fin se fue y ha dado paso al invierno, y aunque friolera hasta la médula, el frío trae también grandes placeres como: 

Apretujarme bajo una manta mullida a ti, en el sofá, y sentir tu aliento y mi mano fría en tu mano calentita. 

Sentir esa mano caliente abrir camino en mi piel escondida bajo capas de ropa, y que un escalofrío me recorra entera, de placer. 

Caminar por la casa con gordos calcetines esponjosos, ummmm. 

Pedir un té caliente y disfrutar de tu conversación mientras caliento mis manos alrededor de la taza. Te escucho. 

Salir a la calle con la nariz enterrada en la bufanda que tejió una amiga con sus propias manos. Me parece respirarla. 

Anticipar el placer infinito de los peques al construir un muñeco de nieve -si conseguimos hacer una excursión a parejas nevados-. 

Comer una fondue de queso… Orgásmico! 

Quedarte enterado bajo el nórdico habiendo carantoñas. 

Leer en la cama mientras ves el cielo gris y escuchas el viento desde tu cama mullida… 

Invernar. 

Y renacer en primavera. 


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