Despedirse es como perderse un poco. Pierdes lo que dejaste impregnado en la otra persona, pierdes roce, pierdes momentos que ya no serán… Si eres una persona que se da a los demás y se implica en la relaciones, las despedidas son tristes, un poco dolorosas, a veces mucho. Eso no significa que la despedida en sí sea mala, si escuece es porque algo bueno hubo. Además, las despedidas se hacen porque alguien parte, y a menos que sea la despedida definitiva en la que el anfitrión ni se entera de tu dolor -ya es tarde para decirle cuanto quieres a esa persona-, a menos que sea la definitiva, las despedidas suelen traer cambios buenos. Si te despides es porque estuviste, porque fuiste, porque viniste. Si te despides es porque vuelves, o avanzas.
Despedirse es perderse un poco y quizá por eso nos guste tan poco y nos cueste tanto. Hay quien hace como si nada. Hay quien llora a mares -quizá a escondidas y cuando ya no estás-. Hay quien escurre el bulto e, irremediablemente, se arrepiente más tarde. Estas últimas, las despedidas no hechas, sin las peores. Te dejan pendientes en el alma y pesan. Sobre todo si son desamores inconclusos.
Lo habéis adivinado. Hay más despedidas en el aire. Pero aunque ya estay echando de menos a las escapistas, sé que es para mejor. Y me quedo mirando el hueco, pienso en lo que se va con ellas porque despedirse es perderse un poco. Y pienso que ellas también dejaron algo a cambio. Llega el momento de los besos y los abrazos, de los buenos deseos, y de prometerse verse pronto -y falta ver si son promesas ciertas-, llega el momento de dejar ir, del cambio, de desearse lo mejor, quizá con otra nota furtiva con un TQM que emocina y que guardas como un tesoro de lo que se fue de ti en aquella despedida.

Una respuesta a “Despedidas y hasta luegos con TQM”