Jugar. A veces nos olvidamos de eso. Despertar, desayunar, trabajar, tareas de casa, cocinar, ducha y a dormir. Y el vivir ¿dónde está?
Hoy he salido tarde del trabajo, y tenía más trabajos en casa. Pero al llegar a casa, la cama me ha llamado con sus suaves sábanas, invitándome a tumbarme. Y, si, he picado, lo he hecho. En menos de 10 segundos, me he encontrado rodeada de nuestros animalitos: a la izquierda Nelo, el perro, y a la derecha Noin, el gato. Nelo estaba entusiasmado porqué había regresado a casa después de varios siglos (hacia 4h que estaba sólo…). Le he seguido el juego, frotándolo con energía, diciéndole lo bonito que es. El gato saltando por ahí ¡animando aún más la fiesta!. Entre mimos y saltos, Nelo ha acabado boca arriba recorriendo la cama como un gusano. Pues ¡oye! Me ha parecido un plan genial y me he puesto a hacer la croqueta a su lado. Si, así de feliz, como una niña pequeña. A Nelo le ha molado la idea y hemos empezado una especie de carrera a ver quién rodaba más rápido. Si, Soy una friki perruna, ¡y con orgullo!
En momentos así, llenos de alegría y complicidad, es cuando más ves a esa «personita» que los animales llevan dentro. Es verdad que sueltan muuucho pelo, que tienes a sacarlos a pasear, que se comen tus zapatos favoritos, que hay que pagar veterinario, y blablabla, pero todo esto queda compensado cuando tienes este vínculo especial con tu peludo de 4 patas.
Sólo llevamos dos añitos juntos, y estoy encantada. Es un amor de perro: noble, cariñoso, juguetón, obediente. Así eres tu, Nelo, gracias por alegrarme los días, ¡enano! 🙂
Es verdad, las pequeñas cosas nos dan la verdadera alegría de vivir. A hacer la croqueta se ha dicho!!! 😉
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