Deléitate con un buen tomate. Orondo, rojo, jugoso. No, no lo pongas en la nevera. Cómelo a bocados o con un poco de sal y aceite de oliva. Hay placeres sencillos y sublimes que hay que saber apreciar. Pero recórcholis -qué fina nos ha salido la niña-, qué difícil es a veces encontrar el objeto de deseo para un placer mundano. En Ibiza mis padres tenían el huerto invadido de tomates buenos de escándalo. «Yo ya no sé qué hacer con ellos». Pues comerlos, leñe! Mira que cuando tenemos algo a mano ni lo apreciamos ni nada. Y después de las vacaciones vago por la ciudad algo melancólica, a la búsqueda del tomate perdido. Que ni ecológicos ni leches en vinagre, no hay, aunque pagues el kilo de tomate hipotecando tu vida. Snif, Snif, se acabó lo bueno… A menos que plante un huerto en el patio… Ummm, si no encuentras tomates buenos, plántalos! Que tenemos que aprender a apreciar lo que tenemos, disfrutar con lo que está a nuestro alcance, degustar las pequeñas cosas… Pero eh! Sin conformarte con un mal tomate! También hay que luchar por lo que se desea. Pero… «Celia, hablas de tomates o de qué hablas?». Cada cual que saque sus conclusiones 😉