Hay que ser POSITIVO

Querida Celia, hace una semana a penas que desayuno contigo -conmigo- y nuestro idilio en solitario llega a su fin. Esta es una carta de amor, de ti para ti, para mí, que soy tú. Sé que me dejas cual amante sórdido en la cuneta para irte con tu familia. Nunca vas a dejarlos, lo entiendo, yo también los quiero y nunca lo haría. Desayunar con ellos es tanto o más placentero que hacerlo contigo misma. Bueno, diferente. Nosotras estamos en silencio y disfrutamos mirando el mundo que transcurre a nuestro alrededor mientras desayunamos tranquilas en una cafetería. Nosotras leemos el diario, nos indignamos, tuiteamos como si a alguien le importara y cambiara algo, escribimos… Sé que los niños vuelven, que te mueres de ganas de achucharlos y escuchar sus historietas, esas que están demasiado ocupados en vivir para ponerse al teléfono para explicártelas -«ahora no puedo, estoy ocupado«, oyes de fondo cuando el padre de las criaturas les exhorta a hablar con mamá-. 

Pero, querida Celia, cuando todos vuelvan y la casa ya no esté silenciosa, ni ordenada. Cuando la rutina de colegio, parque, trabajo, cumpleaños infantiles y un sinfin de actividades te sobrevenga. Cuando estés en la vorágine que ni escribir ni leer puedas y vuelvas a posponer hasta el infinito de los tiempos hacer un álbum de fotos. Cuando la maternidad, la trabajadoras y la mujer te llenen las horas, los minutos y los segundos. Cuando ya no estés sola, conmigo, tú yo a solas, contigo misma, haz el favor de recordar con alegría estos días que hemos estado juntas. Porque yo te quiero, y sé que tú me (te) quieres, aunque a veces se te olvide hacerme (te) un guiño de amor. Escápate algún día y desayunemos juntas, a solas, para renovar nuestro vínculo. 

Una misma, que te quiere. 

Celia