Hay que ser POSITIVO

«Me inspiras. Te respiro. A qué  aspiramos?», me dijeron en la intimidad de un papel hace tiempo. Con poesía, con rabia, mi amante se quejaba de que descuidaba mi arte y mi talento. «Escribe«, decía impetuoso. Y para castigarme por no aplicarme porque yo andaba locamente enamorada de sus huesos me negaba los besos, un rato.

Ya no tenemos contacto, es un poco triste. Pero sus palabras están a fuego. Yo quiero inspirarte. A ti que me lees (gracias). Sígueme, porque quiero inspirar (te). En el sentido figurado, y el literal, con una gran boca da de aire hasta llenarme de tu perfume, tus alegrías y tus miedos. Quiero que me sientas en las letras y que sean tuyas como fueron mías, quiero aspirarte, también, y embriagarme. Contigo, de la vida y sus cosas y sus cosillas. 

Hubiera podido escribir, más, mucho más, con constancia u esfuerzo. Pero estaba dedicándome a vivir la vida intensamente y a ser feliz, siempre he escrito más cuando me invadía la melancolía así que debe ser buena señal que no haya tenido tiempo. A parte del puñetero miedo al fracaso en algo tan íntimo como era escribir. Y de la pereza, que soy perezosa de nacimiento hippy y retozar, pasear y charlotear es demasiada tentación.

Abro Twitter y encuentro un post escrito desde las entrañas, «Operación quererme«, que la autora ha escrito inspirada en el mío «El peso de mamá» y me hace inmensamente feliz que mi sinceridad en letras haya causado efecto en gente que no me conoce pero a la que inspiro.

«No has escrito nada nuevo?», me reclamaba un amigo lector de mis historias rocambolescas y relatos eróticos. Y no, no lo he hecho. Mazazo de culpabilidad y autofustigamiento.

He escrito mucho desde entonces en los blogs, mis trabajos y las redes, pero no dejo de pensar que me falta algo más… Constante, íntimo, novelesco… Y recuerdo las palabras rabiosas… «Me inspiras. Te respiro. A qué aspiramos?». Yo aspiro a inspirar(te). Y entonces me miro el ombligo, y escribo… No suficiente, pero escribo… Y me hace feliz.