La felicidad cotidiana es ver florecer una planta

La planta ha reflorecido una década después. Pensé que nunca más lo haría y ahí está, con sus capullos rosados y sus flores de pétalos espectaculares. Y verla florecer me hace sonreír, recordar la amistad, pensar sobre los ciclos de la vida…

Cada mañana desde hace un par de semana miro la planta y sonrío. Recuerdo con cariño los amigos que nos la regalaron. Y recuerdo otra vida, sin niños, con nuestro primer piso de pareja feliz y largas veladas en la terraza viendo el mar y charloteando de la vida con una buena copa de vino y mejor compañía. 

Es curioso lo que un pequeño detalle puede desencadenar en tu mente… 

Porque recuerdo a la pareja que me regaló la planta y pienso que ellos también están floreciendo justo este año. Recuerdo que hace muchos, muchos años que somos amigos, todo lo pasado juntos, las risas, los silencios, los llantos… Es de esas amistades que superan el paso de la vida, hay de todo dentro del baúl de los recuerdos. 

Y ahora la planta florece. Cada día un poco más. Una planta que ha vivido traslados y cambios de ubicación, que casi muere ahogada de tantas atenciones y que de pronto muestra su esplendor tras un periodo de dejarla estar sin tanto agobio y cero mimos… Curioso… 

Me hace feliz que me regalen plantas. No se me dan demasiado bien. Pero me encanta que me las regalen. Por sus colores. Porque te regalan vida. Porque cuando florecen, por sorpresa, te impresionan con su callada belleza y desata muchos recuerdos y emociones. 

Ver a Gutmania florecer y que en vez de una flor central tenga tantos capullos y flores me tiene impresionada. La vida es así… A veces solo verde, manteniéndose, a veces casi abogada o seca y de pronto, tras mucha paciencia y reposo, verde, resplandeciente, floreciente. Ojalá que siga floreciendo! 

  


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