Mi abuela está enferma. Plaf, bofetada! Es mayor, sí, pero está enferma y hospitalizada, PLAF! Ya está controlado. Las miradas perdidas, las frases inconexas, la debilidad e inestabilidad, controladas. Ya es algo. Pero mi abuela está enferma y de pronto duele ser tan brutalmente consciente que la vida es frágil, y corta, y finita, incluso decrépita y cruel. PLAFFFF!!! Este es un post difícil. Pero es real, como la p*** vida misma. Sin embargo… Hay los peros, cuanto dan de sí…
Sin embargo, mi abuela está enferma y si me remueve por dentro es porque la quiero horrores. Porque hemos tenido relación y acumulamos grandes momentos juntas. Porque en esta parte del mundo 88 sabe a poco. Porque tenemos médicos que nos dan esperanza y alargan el tiempo y cuando este se agota parece que nos robaran algo. Duele porque mi abuela tiene una sonrisa permanente que le ilumina la mirada, y cuando ese brillo se apaga te das cuenta que lo dabas por supuesto, que nunca lo valoraste en su justa medida.
Duele porque la memoria es muy cabrona y perderla es como sumirte un poco en oscuridad. A pesar de los miles de álbumes de fotos y agendas bien documentados y ordenados. Y menos mal de esos álbumes!
Mi abuela está enferma y por primera vez -junto con algunos problemas técnicos de conexión- he faltado a mi cita diaria. Lo siento. No tenía ánimos tampoco. Y me dejé llevar por la vorágine navideña y las ilusiones arrolladoras de la infancia.
Pero mi abuela está enferma…
Y sin embargo qué suerte quererla tanto y vivir en esta parte del mundo en que, a veces, soñamos y vivimos como inmortales.
Las bofetadas vitales a veces sirven para focalizar en lo realmente importante. Y sí… Esa sonrisa permanente que brilla hasta en la mirada. Plaf! En esta parte del mundo… sigue sonriendo. Aunque sea hacia dentro.
Una respuesta a “Las bofetadas vitales ”