Déjate abrazar. A lo bruto. A lo suave. Largo. Corto. Con pasión. Con amistad. Con simpatía. Pero déjate. Abre los brazos y acoge los gestos de cariño sin cortapisas. Aunque te de pereza, o apuro, aunque tengas prisa. Sí, los besos y abrazos de la abuelita del quinto son blandos, pero si no le das el abrazo hoy acabarás por arrepentirte.
Mis hijos que son muy efusivos a sus seis años (a veces, cuando pueden y sobretodo cuando quieren), se cogen como lapas a las piernas de amigos y familiares impidiéndoles irse -un ratito más- y cogen carrerilla para lanzarse como monos voladores hacia su presa. Confían ciegamente que alguien les cogera con los brazos abiertos y debe ser esa confianza superlativa la que les pinta esas sonrisas auténticas en sus caras felices.
Así que, lección cotidiana número nosécuantos de 1parde2: abre los brazos y acoge todos los gestos de afecto que surjan sin pararte a pensar si llegas tarde o si el lugar es del todo conveniente. Que un abrazo es gratis pero vale mucho, y calienta, sobre todo el alma. Tú déjate abrazar. Y si estás en el nivel avanzado de la vida sencilla, abraza tú. Como un oso, cariñoso. No digo que te pongas en medio de la calle a regalar abrazos gratis, eso ya es tumach, pero un achuchón a quienes aprecias, para eso sí que no tienes excusa.
