He encontrado un huevo de Pascua. Dorado. Solitario. De chocolate. Perdido en un rincón de la cafetería.
– Señora, creo que un niño ha dejado olvidado su huevo- digo devolviéndolo al mostrador.
– Lo ha encontrado! – me aplauden las dependientas sonriendo condescendientes – Es para los clientes que los ven.
Tralerín, tralerón, un poco avergonzada por mi inocencia pero muy contenta me he ido con mi huevo a otra parte. Qué duda cabe que recordaré esta cafetería, que me han hecho sonreír y ser feliz y que los detalles, importan.