Uy, el síndrome de la impostora. Que me vas a contar… Mira, señorita Rottenmeyer de mi cabeza, yo sé que tú crees que tus discursitos desmotivadores son para mantenerme en el buen camino, la limpio y recta autopista al éxito laboral y vital. Pero será que pregunto los senderos del bosque y oler la tierra mojada, que disfruto chutando piedrecitas por el camino y que a veces recojo alguna en los bolsillos para luego hacerme un bonito collar. Será, querida Rotten, que escribidor es quien escribe y que hoy te traigo una fabula con moraleja…
Un cuento para niños. Vale, lo acepto. Pero escucha atentamente porque es para niños interiores. Los que perdieron sus calcetines rojos lleno de ilusiones en un mar de lavadoras y quehaceres para darse cuenta que si bien para otros el éxito era el dinero del futbolista o la seguridad del granjero, quizá su propósito era otro. Quizá era tener calcetines rojos listos para recibir sonrisas en las chimeneas de la ilusión. Quizá los calcetines no quedaban atrapados en el agujero negro de las lavadoras junto a los fracasos. Quizá, solo quizá, los calcetines rojos estaban escondidos a la vista, esperando que tu síndrome del impostor te dejara ver más allá del troll de tus miedos… Quizá, solo quizá, escribidor es quien escribe y este cuento ha acabado de un modo un poco aleatorio y libre con la lista de advientos pendientes. Quizá, Rotten, solo quizá, yo aprecie tus buenas intenciones pero deba decirte, “no, gracias, por más que digas yo quiero ser un elfo verde y hacer felices a los demás colgando calcetines rojos cargados de imaginación”.
¿Y tú, qué quieres ser de mayor?
Hay que ser POSITIVO 