Hay que ser POSITIVO

Tendemos a pensar en negativo. Dicen que es por la teoría de la evolución de Darwin, que los demasiado optimistas morían en la época de las cavernas. Así que tendemos a pensar que lo malo irá a peor, que no tiene (buen) arreglo, que mejor nos quedamos como estamos (virgencita, virgencita) para no tentar a la (mala) suerte con intentos de mejora. Tendemos al «porqué a mí«, o a poner voz de drama y exclamar «qué he hecho yo para merecer esto».

Pero si lo pienso bien, si lo pensáis, a pesar de todas las pitadas, la vida da muchas segundas oportunidades (muchas veces, no siempre, pero muchas).

Como cuando te dejan y parece que el mundo acabe porque nunca jamás nadie te querrá como esa persona, y luego aparece lo inesperado, que no te quiere igual, sino mejor.

Como cuando ese trabajo acaba y vagas como alma en pena por los pasillos del paro pero aparece un nuevo camino y un nuevo estilo de vida que no te habías planteado antes ni en sueños. Y ahora que no tienes nada, ¿por qué no intentarlo? Y lo intentas… Y mira, funciona…

Como esa muerte de un amigo, joven, repentina, inesperada, que te pone la vida del revés y te hace preguntarte si estás invirtiendo bien tu tiempo.

Como ese accidente en coche, en moto, en casa… Que pensaste que era tu final, pero no. Ese accidente que hubiera podido ser fatal pero quedó en dolor, miedo y una segunda oportunidad que aprovechas como si te fuera la vida en ello ahora que has descubierto que la vida es, pluf, frágil, pluf, rápida, pluf, inesperada.

Claro que no puedes vivir siempre con la tensión de que en cualquier momento se te escurrirá el tiempo con el que contabas para hacer todas esas cosas que no haces más que posponer. Pero un poco de consciencia de las segundas y terceras oportunidades que te da la vida quizá te reconcilien con tu optimismo perdido. Búscalas, seguro que están ahí, las oportunidades, y no las habías visto.