Lluvia de verano

La lluvia de verano tiene algo de tranquilizador. Te sientas en silencio en la terraza cubierta y dejas que algunas gotas te salpiquen al tocar el suelo. Ves las nubes reflejadas en pequeños charcos. Hueles la tierra seca ahora mojada. Escuchas las gotas caer, el distinto sonido que hacen sobre aquel plástico, aquella silla, aquel suelo de azulejos o la hierba. Miras, no dices nada. Solo escuchas y respiras. 

La lluvia de verano es un placer. Es un buen augurio, es necesaria, suena bien, huele mejor. Por fin un poco de fresco tras tanta calor sofocante. La lluvia de verano te tranquiliza. 

Escuchas un trueno. Sonríes. Sigues disfrutando de la lluvia de verano en un estado zen. Sabes que es buena, para el aire, para la sequía, para los pozos, para ti. Dudas un instante si ponerte bajo la lluvia. Recuerdas que los mejores baños en la playa son con lluvia, cuando los turistas y el olor a coco de sus aceites bronceadores han huido a esconderse en el hotel. Sales. Te mojas. No importa, no hace frío, y es una lluvia de verano que te llena de paz. Disfruta. 


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